Jökulsárlón
Hielo que flota, que se esculpe, que sueña con el mar
Todo surge del glaciar Breiðamerkurjökull, cuya lenta y constante fusión en los años 30 del siglo pasado dio origen a una pequeña laguna que, con el tiempo, ha crecido hasta alcanzar los 18 kilómetros cuadrados actuales. En sus aguas heladas, bloques de hielo se desprenden y flotan lentamente, como balsas que dudan entre quedarse o seguir su camino hacia el océano. En ocasiones, una foca curiosa asoma, observándonos desde la superficie, añadiendo vida a aquel paisaje de cristal.
Más allá, la playa de diamantes les da la bienvenida. El hielo, ya libre, reposa sobre la arena negra, esculpido por el agua hasta parecer delfines, ballenas, criaturas de cristal a punto de lanzarse al mar.
Fotografiar en este escenario fue un desafío: la lluvia nos acompañaba, aunque esta vez por la espalda, y el mar jugaba con nosotros, subiendo y bajando con fuerza. Algunas olas nos bañaron por encima de las polainas. Aquel vaivén regaló texturas efímeras y mágicas, mientras los diamantes brillaban bajo la luz gris, como joyas en un sueño polar.
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